Las Partes y el Todo

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A continuación, vas a leer muy lento cada palabra. Supones, y lo haces bien, al punto que te acercas a verdades que podrían ser la explicación a tantas variables que podrías responder. La verdad no existe, sino que hay versiones y fábulas que explican lo que tu ves, y nunca podrás ver separándote de ti, que también eres una versión y a su vez, una Parte. Pero el universo siempre tiene esta condición maravillosa de ocultar una intención o propósito mayor que se te presenta como un misterio. Al suponer, construyes fábulas y mitos en torno a todo (que confirmas o dejas en el aire), y te acostumbraste a cargar con esas explicaciones sobre el mundo que pisas e interactúas. Lo lindo es tomar conciencia que tu vida está basada en la ignorancia del total, dejando espacio para el asombro y las ganas de ir por más Partes. De pronto comprendes que el problema a muchos asuntos no es el actuar o ser de lo que te rodea, sino sea lo que crees de ello o lo que crees de lo que te llevó a este presente.
¿Qué es lo deslumbrante que podría cambiar todo lo que conoces como verdad? Solamente el entender que ese Todo llamado Universo tiene más para ti. ¿Y dónde está ese todo? En las partes que, sumándolas, siempre dará más de lo calculado. Ese “Más” se llama Asombro. El Asombro aún no es considerado una emoción pura, y tal vez es porque no te gustan las sorpresas que se salgan de control.
Como Partes de un Todo, la sabiduría es ir por más Partes. Y mientras más Partes tienes, más te acercas a esa Suprema Verdad, sabiendo que nunca llegarás al Todo, porque está guardado para garantizar tu asombro permanente. Esas partes que te faltan están en la vivencia o la observación asombrosa de variadas, múltiples e inconexas situaciones que, cuando las observas en silencio, sin juicio, sin valores, sin opinión, aflora una sensación de conexión inexistente con todas las demás vivencias. Allí comprendes que el hoy nunca habría sido posible sin el ayer, y que lo que lamentas de atrás es la bendición del hoy. Lo mismo al mañana, que no es más que ese “Mas” fuera de las matemáticas que siempre deja la vivencia en asombro.
El que cree que es sabio, siente que su colección ya ha resuelto su existir. Y no. El existir es dinámico y sólo está allí porque no quiere o no puede hacer las preguntas para continuar su búsqueda. Y se estanca, envejece, y muere en el anonimato pasado de moda. El ignorante, tiene todas las posibilidades de atesorar vivencias que, sumándolas ingenuamente, obtiene el Asombro en sus manos.
Pero, hay un Ser que vive en ti y que no se cree sabio, y sabe que no es ignorante: es el atrevido Aprendiz, el que sabe que no sabe, y en su querer saber, no sabe que sabe. Ese que va siempre más allá, sin miedo, sin vergüenza, sin razones aparentes y sin mapa definido. El Aprendiz recorre mundos para saber que cada observación, por simple que sea, es Parte de Partes que sólo lo llevan al asombro. Te invito a vivir en el Asombro para siempre tener algo que Hacer por tu Ser. Porque esas ganas de ser Aprendiz es la manera de vivir en el permanente gozo que da el Asombro. Tal vez sea esta emoción lo que abra nuevas fronteras en las nuevas ciencias, que aún no sabemos administrar bien, pero que las respuestas ya no están en los libros ni en las academias -porque eso es lo sabido-, sino en la vivencia que son libros no escritos, mandamientos no pronunciados, divinidades no vistas, dioses vivenciales que -invisibles-, te invitan a levantar tu luz e iluminar lo importante y no lo urgente de tu vida.

(Arcano XIIII, El Ermitaño, de mi colección privada del Tarot de Marsella Restaurado por Philippe Camoin y Alejandro Jodorowsky)

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