Que el límite sea eso propio, y no lo que los demás esperan de ti.
Llegamos al momento donde vivimos en el límite donde los demás creen que es posible. Y cuando tu límite se vuelve lo posible de todos, pierdes tu caminar libre por todo el potencial que tienes, y sólo avanzas por donde lo predecible, lo calculado y lo esperado por todos se vuelve la referencia del éxito y la decencia.
Pero imagina un mundo sin fronteras, un mundo libre donde tengas el espacio para poder explorar todas las posibilidades, un mundo donde no hayan límites para el hacer ciencia y para el sentir la belleza. Un mundo donde cada cual sea propio de si, sin competir ni compararnos, sino admirando el descubrir auténtico de cada cual. Un mundo tan posible, que puedes caminar sin sentir que es lejos, porque como no hay límites, sientes que siempre estás dentro de tu posible.
Pero nos enseñaron que todo tiene una dimensión y comenzamos a creerlo seriamente desde que nos amenazaron con la muerte. Nos dijeron que la muerte es el final. ¿Es verdad? Nadie lo sabe, pero todos los suponemos porque así nos dijeron nuestros ancestros. Y a veces el final estaba en el límite de la aventura o en el supuesto peligro, porque la prohibición de continuar evitaría eso llamado final. El miedo continuó creciendo y los límites comenzaron a ser más estrechos, dejando sólo un breve espacio para moverse, dejando un breve espacio para creer que es posible, dejando sólo una posibilidad de ser común y predecible para saber que pertenecemos a eso que todos esperan, determinando que desde la frontera para allá vive el peligro, la locura, la pobreza, el desorden, lo ordinario, lo mediocre, y sobretodo, la temida muerte.
Creímos cada una de las lecciones que, sin confirmar sus dimensiones, asumimos que creer tiene un límite y que el infierno vive más allá del descubrimiento. Asumimos que sólo hay una forma de progresar y que la ambición tiene una limitancia que convive con la avaricia. Asumimos que el bienestar comienza con los ahorros, el trabajo seguro, el trabajo sufrido y una cantidad determinada de cosas y contactos para las influencias. Creímos muchas cosas que nos parecen normal, porque el normal es otra frontera que está prohibido cruzar.
Pero hay de los límites más peligrosos. Los que uno se impone donde comienza el observar de los demás. Entonces vives para que te observen, vives para que se asombren de lo que eres capaz, vives para parecerte a todos y que te alaben por lo que logras, siendo la frontera lo imaginado como imposible por el entorno. Y en ese momento, sabes que cruzas un límite de prestigio que te regala el valor de vivir cerca de Dios. Al final, pierdes la referencia de tus propios e infinitos mapas de la aventura, para caminar por los conocidos territorios del turismo, ese donde todos toman la misma fotografía, todos viven el mismo suspiro, ese donde todos desean vivir en lo totalmente conocido y explorado, porque de lo que no conocemos, mejor ni pensar, pues hemos terminado inventando que allí fuera de la frontera de lo normal, vive lo diabólico, lo excéntrico, lo delirante, lo demoniaco, y sobretodo, la soledad donde nadie te mira, nadie te admira.
(Arcano IV, El Emperador, de mi colección privada de Tarot de Laura Tuan, inspirado en el mazo “Il Meneghello” de Milán del año 1845, reproducido el año 2006 en Barcelona, España)