Algunos nunca enloquecerán. No tomarán riesgos, no pensarán irresponsabilidades. No ambicionarán lo imposible y no crearán nada que los saque de su tranquilidad. No leerán libros escondidos ni verán filmes difíciles de conseguir. No conocerán rincones del planeta porque no está en las guías turísticas de moda. No comerán sure en la selva y no dormirán bajo las estrellas en el desierto.
Sin riesgos, no trabajarán en proyectos propios, o no iniciarán iniciativas desconocidas, porque lo desconocido apunta a riesgo, y no conocen el riesgo de perder. Nunca perderán, pues sólo se mueven a lo seguro, y aún así, contratarán un seguro de vida o de riesgo para entender que la garantía está de su lado. Nunca apostarán por un camino sin huellas y nunca estarán solos en el procurar una manera de vivir en paz. Nunca saldrán de su casa pues ésta tiene el orden de siempre. Nunca moverán los objetos, nunca cambiarán drásticamente el color de las murallas. Nunca escribirán promesas sin fundamentos, y nunca querrán una vida fuera del promedio.
Algunos nunca saldrán de sus deseos que no son suyos, sino de la tradición que les ha convencido de su delicia. Nunca probarán otras delicias, nunca entenderán la soledad que resalta ese yo interior, el caminar por filosofías, creencias o formas de entender el mundo más allá de lo que el libro-manual indica. No perciben el silencio ni buscan rincones admirables para guardar silencio en medio del parlotear de los demás.
Algunos no decidirán poner todo en desorden, no se animarán a volver al viaje para esperar a que la hada madrina les de las respuestas de todo un plan. No deciden su propia experiencia, sino que esperan ser acompañadas o acompañar a quien sí busca una experiencia que no les de nada, no ganar nada, no triunfar en nada, pues un viaje con alma no tiene meta ni objetivo, sino la riqueza de emocionarse ante el leve recuerdo de un gran paisaje, o la mirada de un sabio desconocido que estaba en tu camino. Nunca comprenderán lo inútil de ser sensibles y soñadores. Nunca comprenderán que nada es exacto, nada es certero, nada está garantizado y nada está programado, sino que uno hace camino cuando pone un pie delante, nada más. Nunca podrán saber que es lo que está en la otra habitación, en otro trabajo, en otro lugar, porque obedientes a la lección del miedo de ser distintos, excéntricos, empoderados y apasionados por lo que sucede dentro de sí y no fuera de sí, buscarán un oficio simple, vulgar, popular y lo suficientemente común para “defenderse” en la vida, para “sobrevivir”, para cuidar la esencia de lo que tanto ha costado lograr u obtener. Y allí, en esa peluquería peinando cabellos teñidos, en esa oficina de contabilidad sumando dineros ajenos, en esa aseguradora hablando de la muerte a sus clientes para la firma de un contrato, nunca comprenderán que todo lo demás es posible más allá de la seguridad. Porque nunca sabrán que en el hoy suceden inmensas e infinitas cosas, y que cada una de ellas espera a quien busque esencias y no certezas, busque emociones y no seguros, busque pasiones y no razones.
Hay quienes no enloquecerán. Y estará bien así. Construirán ese mundo estable, rígido y lleno de manuales por donde mirarán los que pondrán la atención en un detalle y lo llenarán de poesía, de aventuras, de historias y de experiencias. Y quienes hagan de su presente lo que parece sensato y ordenado, admirarán esa mano, esa mirada, esa actitud, esa valentía de los que nos atrevimos a quebrar algunas reglas y confirmar que hay tanta sabiduría en los rincones no explorados por los mapas de lo tradicional que es allí donde ocurren los milagros. Porque en la comodidad de lo conocido sólo camina lo conocido. En la pereza de lo repetitivo, sólo vive lo posible.
Hay quienes nunca se atreverán a salir de las calles que caminan a diario. Y nunca comprenderán por qué los insurrectos no hacen familia tradicional con tradiciones repetitivas que recuerdan que volverán a decorar de la misma manera para el mismo centenario de lo que siempre celebrarán. Por que los desobedientes no siguen tradiciones, no construyen certezas o caminos con futuro estable. Nunca entenderán por qué trabajan para gastar todo en el siguiente viaje, o la siguiente aventura. Pero sí correrán a sus consejos cuando agobiados de tanto orden, tanta regla y tanta creencia que no da respuesta, les permita sentir que una ventana de aire fresco puede permitir volver a la tediosa, aburrida, rígida y predecible realidad que nunca querrán cambiar, nunca querrán desordenar, y nunca querrán dejar de recomendar.
Nosotros sí, somos capaces de esto y mucho más.
(Fotografía tomada en cocina de Convento Santa Catarina en febrero 2015, Arequipa, Perú)