El mapa

elmapaLo perfecto es saber que alguien ya recorrió este momento y ha dibujado un mapa con precisiones asombrosas. Eso son los mapas, los buenos mapas, esos que revelan de antemano las vivencias por vivir. He encontrado uno en un viejo Oráculo Duída que marca el hoy y permite ver lo transitado y lo por transitar. Nada de perderse, nada de desconocerse, pues los mapas sirven para seguir los pasos de otro viajero que ha impregnado sus asombros en cada detalle de su mapa. Este mapa, como los mapas del alma y los misterios humanos, es un árbol circular que nos dice que, como una espiral, siempre llegamos al mismo eje sólo que en un nivel distinto. Caminamos y creemos que lo hacemos en línea recta, pero en verdad, giramos en una gran circunferencia para descubrirnos en un paisaje conocido, sólo que con la certeza de haber aprendido del giro anterior.
No importa cuántas estaciones o puntos de descanso señale el mapa, lo importante es verte dentro de un viaje. Pareciera que alguien nos está soñando y nos hace avanzar por un laberinto de aprendizajes que seguramente ya aprendiste, y esperas poder volver consciente cada detalle del caminar. Los paisajes son sagrados cuando la naturaleza nos pone en lugares relevantes. Cascadas de agua, cavernas misteriosas, islas, bosques, desiertos, y un cuánto hay, nos dan la emotividad de sabernos que hemos aprendido la lección.
Este mapa nos ofrece ser nómades, pues quien no se mueve se estanca, porque ha planteado su vida en forma de rutinas y pasos conocidos. Tienes dos opciones: o te vuelves una estación que ofrece agua al viajero, o te estancas esperando que el mapa se mueva por ti. Nada se mueve por ti, a pesar que el sincronismo del reloj universal nos fuerce a hacerlo. Entonces parece porfía creyendo que el miedo es tu refugio. Se seca lo que no evoluciona, se muere lo que no se alimenta. Si alimentas tu viaje, vas nutriendo tu bienestar para que siempre estés en esa plenitud, a pesar de vivir en sociedades donde parece todos los días lo mismo. Lo distinto va por dentro, va por esa motivación a conocer lo nuevo, a tomar lo bello del paisaje o dejarse impresionar por las historias de los otros y lo haces tu enseñanza. O te vuelves relevante en tu lugar y rol para que puedan otros venir a contarte historias y avanzas de esa forma, o comienzas a avanzar al otro lugar. La ambición no significa atesorar cosas, sino tener esa voluntad de moverte a otro lugar que te coloque en lo bello o lo pleno. Ser el que cuenta las historias de lo anterior y sueña los paisajes por venir, aunque nunca lleguen. Moverte es crear mundo, y este mapa te invita al mundo sin incertidumbre.
Tenemos miedo de cambiar, y creer que el miedo te aleja de los peligros. Esto hace que el verdadero peligro se vuelva la quietud permanente que se llama estancamiento. El miedo es negar la belleza, es negar que hay ambición, hay otros lugares, hay movimientos que llevan tu alma a conocer ese asombro de lo novedoso. Este mapa, el mapa de la vida, es como un árbol, decides permanentemente qué ramas y hojas quieres conocer. Ese es el desafío de estos tiempos, pues de viajeros del alma está hecha la vida. Somos eternos en el movimiento más sutil, o a veces en el cambio radical. La muerte es la quietud. La vida es la posibilidad. Busca tu mapa, ese que te dice hacia dónde vas. Si no está dibujado aún, pídele a alguien que te inspire con su viaje, y tal vez, en esas aventuras encuentras un propósito, un gran sentido de vida. Para eso están los oráculos, para eso están los viajeros, para regalarnos los pasos ya pisados, los paisajes ya vistos, los mundo ya explorados para que puedas ahora animarte a seguir. Seguir un mapa es inspirarse. Negarlos es estancarse.

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