Entre la popularidad, he elegido lo exclusivo. Entre las prácticas espirituales, he elegido el caminar en silencio. Entre todos los alimentos, prefiero los con sabor a equilibrio y los que puedo bendecir antes de cocinar. Entre los libros que estudio, prefiero los de historias de vida real, los que los personajes saben de riesgos, de viajes y de miradas poco comunes. Entre las películas que veo, están las que nadie ve, esas de bajo presupuesto o de directores que no luchan en un mercado, sino que dejan sus ojos en una pantalla. Entre los amigos que tengo, me quedo con los que se puede caminar en silencio y los que acompañan y acompaño sin pretensiones ni destinos, de esos que están y compartimos un café por las mañanas. Entre las actividades que realizo, elijo las que me proponen ser un buscador, un buscador de sueños y caminos propios o para otros.
No tengo oficios como territorios de un mapa, prefiero llamarme Mago. Uno que no sabe de dónde viene, pero viene, y no sabe a dónde va, pero va. En el viaje he aprendido eso que se llama “confianza” e “intuición”. También lo llaman silencio. Todos esos paisajes propios y ajenos, conforman la gran visión que entrego diariamente en mi rol de ofrecer Sanación.
¿Qué es sanar? Es atreverse a volver a mirar la herida. Los niños lo hacen. Levantan el parche con cuidado y buscan esa impresión sangrienta o desgarrante. Lo hacen para tener una historia que contar cuando no quede rastro de lo sucedido, como tratando de inmortalizar el sufrir. Es que el padecer nos da contenido desde el pasado para entender, justificar o acomodarnos en ser lisiados presentes lleno de potencial, pero limitado por nuestras fantasmagóricas heridas. Sanar es ayudar a las personas a volver a narrar los hechos y cuando pronuncias una palabra, impones una mano, un color, un imán o simplemente la intención, hace que todo lo vivido quede en un lugar donde podamos mirarlo con más ternura y utilidad de un momento, pero en este contexto, en nuestras razones, en nuestro entorno, a veces es bastante inútil. Sanar es ordenar todo de nuevo, con magia, con psicomagia, con representaciones, con talismanes e intuiciones. Es volver el poder al alma, esa sensación y estructura que va dentro de nosotros y que tiene oportunidades y delicias que aprender, porque no hay nada más sanador que la enseñanza que despierta al Aprendiz, al humilde ser que eres en el poder del universo.
Entonces, cuando hago mis elecciones, descubro que no pude hacer otra cosa más maravillosa que esto. Entre un oficio claro, prefiero este, el de ayudar o acompañar a Sanar a las personas. A veces individualmente, a veces grupalmente. Porque cuando se es Sanador, en todo ámbito eres un Sanador. Es ser un acompañador, un rezador, un interpretador de las vivencias de otros que devuelve o aporta sentidos de vida, devuelves la fe en forma de enseñanza, devuelves la fuerza y el amor al ser, ya sea al cuerpo o al alma. Entre las técnicas que he aprendido por muchos años, prefiero mi favorita: la experiencia y la intuición, pues no hay recetas para devolver la esperanza, sólo el regreso al refugio del amor propio, al amor de la familia que cargamos en esa entrega que nuestros padres nos dieron y que hoy podemos -sin cuestionar- mirarlas con propiedad y sentido de cuidado, para huir de lo que nos daña y no nos sana, y establecernos en lo que nos es propio. En algún momento de la vida uno comprende esto. Una parte te grita Traidor, y la otra te mira de reojo. Pero ya está. Eres libre. Eres el que viene de algún lugar y va hacia otro, nuevo, en paz, fortalecido, en silencio.
Entre quedarme, prefiero viajar y recorrer caminos. Entre luchar por estar allí, prefiero estar acá donde hay menos y menos de moda. Entre la evidencia, prefiero lo evidente. Entre lo que nos explica, prefiero lo mágico. Entre pertenecer, prefiero ser. Entre morir, prefiero vivir.
Y en estos últimos años, he preferido enseñar y formar. Pero en forma silenciosa. Alumnos particulares a los que les entrego mi caminar… si, en forma íntima… algo harán con eso. Alumnos que no nos tomamos fotos para redes sociales al momento de los diplomas o certificados. Preferimos el hermoso ritual de decorar con bellas plumas imaginarias el báculo de mi conocer para que sus manos lo entreguen algún día a otro buscador. Cuando llegué a cincuenta alumnos elegí dejar de contarlos. Que sean lo que sean. Porque ahora en mi vida elijo lo exclusivo, el ayudar elevando los ojos al alma. Elijo la magia de mis colecciones de tarot y libros profundos de realidad e historia del espíritu de la humanidad, el caminar en silencio, amar a alguien en especial con nombre y apellido que guardo para mi en la sensatez de mi verdad, definiendo la belleza y lo eterno de su presencia en mis amaneceres y ocasos, porque su presencia me completa y logra hacerme sonreír. Todo esto me fortalece para volver la mirada a la experiencia de personas reales y el conocer de nuevos maestros. Elegí los nuevos maestros, muy sabios y anónimos desconocidos de siempre, los que saben enseñar el universo en sus casas ermitañas, donde guardan esa joya de sabiduría y que me animan desde el corazón.
Y dentro de mis elecciones en este momento, elegí escribir todo esto para mi mismo, pero lo comparto para que yo también pueda leerlo como un texto-compromiso que me da coherencia. Lo escribo para volver a precisar una frontera, un punto en un mapa, un lugar de partida en la fundación de mi nuevo país… lo he llamado Estamos Unidos. No he llegado a ningún lugar, pues no existen los destinos, sólo los puntos de partida, donde sin comenzar todo de nuevo, tenga sabor a ello. He aprendido que cuando disfrutas el llegar, te rodeas de vacío. Cuando te rodeas de comienzos y partidas, todo huele a emoción.
Y finalmente elijo el oficio de Sanar de muchas maneras, como lo hicieran tantos pioneros y aventureros que lo intentaron, sin máquinas ni nombres orientales. Sin tecnologías universales ni diodos magnéticos (que ocupo de vez en cuando, cuando es necesario y no como una rutina), sin más que las ganas y la fe. Esto es lo más difícil de enseñar, pero mis alumnos lo han aprendido: sanar siguiendo la ruta del azar y la intuición, sin inteligencia, sino la astucia y el sentido de la vida. Nada más peligroso que ser demasiado sistemático, como si todos tuviéramos el mismo efecto cuando nos abrazamos de una manera determinada. Prefiero abrazar con sentimiento, improvisado y amoroso, a veces cercano, a veces pacífico. Prefiero amar con verdad y de verdad, cuidando a quien amo, sintiendo su sentir. Prefiero vaciarme de definiciones para volver al noble, silencioso, mágico y emocionante oficio de Sanar, el oficio del Mago, del Sanador.