Cuando decimos la verdad estamos hablando sólo de nosotros. Cuando hablamos de otros, nos describimos. Muchas veces me toca escuchar lo que han dicho de mi. Sonrío, y lo agradezco. Se requiere mucha energía para hablar del otro, y cuando se habla de otro, se describe lo que uno percibe y lo que yo describo de mi mundo. La verdad como elemento o realidad, no existe. La verdad no pertenece a nuestro entorno, sino a nuestras descripciones. Sólo hay trozos de narraciones que son nuestra percepción. La verdad es una mirada, y una impresión de lo que sucede, y nuestra emoción se encarga de hacernos sentir (o creer) que estamos reviviendo eso. La verdad es un elemento que creemos y vivimos en la pasión y en el sentir. El contrario de verdad es angustia o incertidumbre. La mentira no es el contrario. La mentira mayor es decir la verdad a quien no te cree, y tu no tienes nada mas que hacer. Por lo tanto, decir no es lo verdadero, sino que lo verdadero es lo que queremos escuchar. Escuchar sentir esa la tranquilidad que nuestro sistema de creencias acepta.
Cuando descubres esto, despiertas ese ser interno llamado el aprendiz. Es el que escucha las cosas como si todo fuera por primera vez. El asombro es su herramienta, y la duda no la lleva consigo. No significa que creamos todo, sino que no negamos nada.
Verdad es aceptar que es posible. Y allí comienza la elaboración de las creencias que rodean nuestra esencia y nuestro existir. Somos al final, la construcción de todo lo que nos dijeron y que hemos aceptado como verdadero. Somos lo que queremos creer.
La verdad la llevamos en el sentir. La mayor verdad es la que te hace latir el corazón. La verdad mas verdadera es la que sólo pueden ver tus ojos, la que puede sentir tu piel, la que puede escuchar tus oídos y la que puede disfrutar el sabor de la vida. Por lo mismo, la verdad puede cambiar, y va cambiando a medida que vas dejando las verdades que te contaron, y reemplazarlas por la verdad que tu mismo te vas contando, la verdad que tu Aprendiz va disfrutando como posible y la que al final, sólo te sirve para vivir en paz. La verdad perturba al que quiere coleccionar atrocidades que permiten confirmar lo atroz de su mundo. La verdad da paz, al que abandona lo dicho anteriormente y acepta con humildad y visión mágica lo que nos rodea.
El sabio, el amoroso sabio que da consejos, el verdadero sanador, el mago que transforma tu mirada, el gran consejero y el esencial acompañador de momentos difíciles, es el que está limpio de verdades ajenas. La maestra del amor a uno mismo es el dejar de decir lo que otros te dijeron, es el que puede amar desde la verdad de si mismos y no desde las modas o costumbres de otros. El amor verdadero es el que sólo esta condensado en el mantra mas amoroso que nuestros labios pueden pronunciar: “me amo… yo soy… y acá estoy, estoy conmigo… estoy en paz”.