El morir para el gusano es la resurrección para la mariposa. El pudrirse de la semilla enterrada en la oscuridad de la tierra, es la esperanza del bosque. El derretir del ventisquero es la cristalina agua para los niños que se lavan la cara. El suspiro del pulmón, que provoca el vacío, es la inspiración del comienzo. La diástole del corazón es el paso necesario para seguir latiendo. Morimos todos los días en el anochecer, y resucitamos en el amanecer.
El morir es parte de un continuo innato de la vida, y cada detalle de esta realidad no está al azar, sino que pertenece a una serie de ritmos que el universo ha puesto para hacernos sentir que Dios existe desde antes de nacer y seguirá existiendo más allá de tu último respirar.
La muerte es inevitable y es el más seguro paso que todas las especies estamos condicionados… ¿no será parte de una señal?, ¿no será parte de un mensaje divino?. Para las tradiciones antiguas, el morir era un honor, era el recogerse ante todo el aprendizaje en esta vida y un acto de humildad ante la divinidad que no se cuestionaba, aceptando este paso como el proceso por el cual permito que todo continúe volviéndome prescindible a la vida, haciendo de los sucesores la lección enseñada, entregando el sentir a las generaciones que mantendrán la memoria de mi existencia en sus cantos, pero no en la tristeza, sino en la alegría de haberlos conocido.
En alguna parte de la historia perdimos la sensación de que somos divinos, y comenzamos a crear un mundo material, en donde todo lo tangible que nos rodea se volvió esencial para vivir. Entonces, comienza el miedo y la tristeza de desapegarnos, creyendo que lo material está sosteniendo la conciencia, y no comprendiendo que la energía, la conciencia, las emociones también son parte componente de la realidad, y que viviremos perpetuamente en los sentimientos, en el legado y en la memoria de mis sucesores, pero a su vez, sentiremos este partir simplemente como un cambio de estado en donde la conciencia ahora obedecerá a las leyes de la luz y la resonancia (explicado en concreto), o más bien dicho desde un punto de vista espiritual, nuestro sentir será parte de un sentir único del universo, en donde no puede dudarse ningún espacio libre de amor.
La muerte es la vida de otra forma… entonces, ¿por qué ponernos triste ante este suceso?. Porque aprendimos que el opuesto de amor es miedo, y aprendimos que la materia es el sostener. Por lo tanto, nuestro llanto es por la sensación de lejanía, y haber perdido la cultura del aceptar y la sensación del desapego. Nos duele la muerte en su forma, pero la entiendo en su tránsito. Hay muertes injustas y a destiempo, hay muertes desgarradoras y desafortunadas, lo se, pero incluso esa muerte es parte de un proceso que los humanos tenemos que aprender… ¡tenemos que aprender a aceptar!, para que el alma que parte también se sienta parte de un continuo eterno llamado infinito.
Incluso mi muerte será el permiso para que los próximos existan, y en esta vida encuentro un rol: el rol de Legar… de entregar, de cuidar, de proteger y de enseñar, porque lo que dejo en este plano es lo que soy, y lo que seré después de la muerte es la más hermosa sensación de compasión, que desde ya debo prepararme con este dar a mi corazón (merecimiento), y el dar a todos los demás (compasión).