No tiene espadas ni armas de fuego. No tiene entrenamiento militar. No cabalga corsarios fina sangre ni conduce tanques. No vigila radares ni se esconde entre la maleza del campo. No ve con ojos de enemigo a sus adversarios. No está ligado a ideales ni a posiciones políticas. No necesariamente asciende en la jerarquía de una carrera de mando.
Tampoco está en la trinchera de la lucha cibernética. No vigila palacios ni custodia a poderosos. No elabora armas ni bombas. No clama consignas de otros ni se alista en contiendas idealistas.
No entra a los cines matando inocentes espectadores para confirmar locuras. No planea grandes negocios ni acaudala fortunas. No es un estratega de mercados ni un inventor de máquinas de consumo. No quiere extender sus fronteras ni quiere empoderarlas. No es un crack deportivo ni un nuevo súper rockero.
El Guerrero de este tiempo es como tu y como yo. Se hace preguntas acerca de estos momentos, y aprende a lidiar con su sensibilidad. Se ha vuelto más intuitivo y su visión de nuevos rumbos le perturban un poco.
Ser un Guerrero es descubrirnos capaces de seguir un sendero personal, un camino de discipulado para ser personas que guiarán a otros, y lo más importante, tendrán la plena confianza que ese Dios, esa fuerza, ese creador, ese Ser Superior se encuentra dentro de cada cual y no en corazones de otros.
El Guerrero mira las reflexiones del mañana, adquiere una visión y una opinión que serán como el mapa a seguir… inspirador y luminoso. Comprende que como sociedad hemos transformado en verdades absolutas algunos valores basados en el “quiero más”, sin cuestionarnos realmente si son ciertas, impuestos en algún tiempo por sistemas que tuvieron su rol guiador en los destinos del hombre. Ahora, el Guerrero está cediendo lugar a la libertad de experimentar la propia verdad y la divina autodeterminación, basada en la unidad entre la vida, el entorno y la naturaleza en la que vivimos y nos movemos Allí descubre la creación y la inocencia de lo que nos maravilla y nos da esperanza. El Guerrero se está en una batalla campal a la creencia fácil y a la superstición, porque no cree en todo ni sigue a falsos gurúes.
El Guerrero sabe reconocer que hoy en día, el problema de cada maestro está en descubrir nuevas maneras de expresar viejas verdades, y así presentar las antiguas fórmulas para el desarrollo espiritual que adquirirán nueva y “vívida” vida.
Mucho se ha escrito acerca de la presentación de un sendero donde habitará el Guerrero, pero todo se resume en la regla básica de la vida descrita en dos palabras: “Sé bueno”. Una y otra vez se nos ha dicho que debemos vencer la tentación del mundo, la carne y el demonio. Todo en su tiempo tuvo un sentido. Por algunas razones, fue creado en la mente del aspirante occidental un temeroso sentimiento de que el Sendero es necesariamente un camino de miserias, de autoabnegación y de penas sin fin. Esto afortunadamente está cambiando porque no es así. Pero su actitud es de paciencia activa hasta el tiempo en que él, misteriosa y milagrosamente, se abra paso a un mundo de paz y plenitud, dentro del cual todas las dificultades llegan a su fin, la carne cesa de molestar y el demonio tiene un intempestivo final. El Guerrero, con lo anterior, conoce la recompensa: la Paz interior que sólo le sirve a sí mismo y que será una dirección para enfrentar este presente que le dará definiciones para hacer lo que le gusta y servir a los demás en el gozo.
El Guerrero se revela ante las personas especialistas en decadencia. Se revela ante enemigos como el ego, la ambición en la materia, la palabra agresiva y burlesca, ante el juicio adelantado sin reflexión y sentimiento, ante la pereza y la falsa creencia de que todo ha sido elaborado para dificultar tu avanzar. El Guerrero despierta en el sendero y cambia. ¿Será posible lograr este sintético cuadro del progreso del Alma, de la ignorancia a la sabiduría, del deseo material al logro espiritual, para que la meta sea el caminar lleno de paz, pensando, sintiendo y diciendo en coherencia con la simple instrucción de “Sé Bueno”?. Cuando esto se efectúa, el peregrino puede seguir su camino con el rostro vuelto hacia la luz y resplandeciente de alegría.
El nuevo Guerrero se declara aspirante a la evolución, que en términos simples le hemos denominado “El Aprendiz”. Ese ser que aprende el mundo nuevamente desde la ingenuidad del inocente, con la experiencia de su trayectoria, renombrando amorosamente cada descubrimiento y viviendo cada latido de su ser como si fuera la primera y la última vez. Este Aprendiz lo llevan los nuevos Guerreros, lo llevan las nuevas almas, lo llevan todos los que en el Sendero del discipulado hacia la Nueva Humanidad, fundada en la paz del alma, caminan seguros de mirar con visión de respeto, prudencia, silencio y liderazgo de que sí se puede vivir con la satisfacción que en el corazón, en el alma, en la Paz del entendimiento se haya ese nuevo Sendero, el Sendero del Guerrero.
El Guerrero venció al miedo, a las creencias absurdas, a la necesidad de tener por acaudalar y a la decadencia de las palabras sin argumentos. El Guerrero sigue su camino, su sendero, con la mirada llena de esperanza. Tu eres un Guerrero, con la bandera de la paz, vuélvete esa esperanza.