¿Dónde queda el paraíso?, tal vez en ninguna parte, tal vez en tu interior. Tal vez en la cima de algún lugar, o abajo del que quiere esconderlo. Pero a ciegas, avanzas hacia él como quien va hacia la tierra prometida, sintiéndote miembro del pueblo elegido.
Quien corre, huye de la miseria, de la desgracia, de lo que ha acabado, de la tristeza, de la muerte… y va hacia su deseo sin certeza alguna, pero va a todo galope. A toda velocidad, enfrenta desafíos como un loco para sentir que llegará al destino de sus sueños. Quien trota, mantiene el ritmo de las rimas que contienen un mensaje, unas palabras que cambian el sentido, cambia la mirada y la opinión de quien tendrá que decidir. Quien camina, contempla la belleza mientras avanza en medio del paisaje, y comprende que es eterno como el universo, comprende que es parte de la belleza de todo y que todo está para sí, para tomar y usar con respeto. Comprende que el camino está hecho de senderos que el desorden de la naturaleza ha dejado para permitir el paso de quienes saben agradecer y admirar lo sublime, lo sagrado. Pero quien se detiene, perdido, miedoso, avaro o en pereza, algún día la descomposición lo alcanzará, y se pudre, se confunde para transformarse en el polvo del camino, sin poder disfrutar de las riquezas, sin contemplar del paisaje, sin llevar lección alguna a quien viene más atrás, y sin galopar campante hacia su sueño, su ambición, su paraíso que no está en ninguna parte, sino en medio de su corazón que da corazonadas cuando se sabe cerca de lo que deslumbra con el brillo de los ojos del aprendiz.
Sólo quien avanza por sus sueños, sus deseos y su ambición, sabe que la razón de existir está en el movimiento y no en la quietud, porque quien conoce lo eterno, sabe que tiene la dicha de conocer y vivir cada rincón de la experiencia, sin importar el éxito o el fracaso. E ir por más, aunque no lo haya, porque tu corazón no cuenta los latidos ni la vida los pasos de tu riqueza, sólo caminas, avanzas de cualquier forma para saber que todos estamos hechos de una misma misión, de una misma ambición, de una misma razón.
(Caballos y Caballeros de la Corte Menor del Mazo de Tarot Soprafino de Ferdinando Gumppemberg, en versión de Il Meneghello, reproducido por Osvaldo Menegazzi, fabricado a mano en Milan, Italia, ejemplar número 122 de 500, de mi colección privada)