Tigre

por Annaira Diaz de Ravago
tigres
Buscaba algo y me fui de viaje. Fue uno de los primeros viajes que decidí realizar sola en mi vida. De esos que uno está en búsqueda de sentido. Quería un viaje que me llevara a ver Elefantes, estas criaturas gigantes llenas de tanta historia, tan místicos y emblemáticos. Conectarme con ellos.
En Tailandia todos te ofrecen tours. No sabes dónde ir y en quién confiar. En silencio, como si tu corazón te hablara, seguí la ruta de las sorpresas, hasta encontrarme con el tigre. Al llegar frente a tanta nobleza y asombro, las palabras no aparecían en mi garganta. Sólo sentí que estaba frente a la sensación de Paz en mi interior. Comprendí que luego de viajar tantas horas, tantos transbordos, tanta incertidumbre en hoteles y traducciones de idiomas diversos, llegaba el momento de la sorpresa que me ofrecía ese silencio y emoción de estar allí.
Estar allí fue un gran aprendizaje. La Paz es simplemente estar allí. Tomar conciencia que, sin crear la intención de algo específico, siempre los caminos se encargan de ofrecerte estos momentos. La emoción aún late en mi pecho cada vez que lo describo.
Rodeada de tigres, pude tocar los límites de la belleza. ¿Hay algo mas superior que belleza?. Sí, definitivamente en ese instante conocí lo Sublime.
La historia tiene su emoción aparte. Cuando llegué a este parque, me enteré que el tour que había pagado no incluía estar en la jaula con los tigres. Entonces, simplemente me conformé con la presencia de estar allí, y dejé que mi amiga de viaje sería la privilegiada y mi rol sería tomar sus fotografías. Era confuso, por un lado la emoción de estar, pero por otro, la tristeza de no poder acceder a tocar su piel. Por algo suceden las cosas. Comencé a mirar alrededor y me fui sorprendiendo de este sitio tan increíble, lleno de árboles preciosos, monjes meditando, voluntarios de todos los países del mundo encargados de cuidar a los tigres. Sólo me conformé en dar Gracias por esta oportunidad.
Cómo habrá sido mi rostro de frustración y pena, que aparece una voluntaria y me ofrece tomarme una foto junto al gran tigre. Allí aparece el milagro: me deja entrar. La emoción galopaba en mi corazón. Miré al tigre, respiraba y me miraba. Era un momento muy real en mi vida. Yo frente al tigre. Lo abracé, lo sentí, me sintió. Respiré. Respiró. Me emocioné. Rugió.
La magia existe, y aparece cuando menos lo esperas. En este caso, cuando buscaba el camino que me llevara obsesivamente a los elefantes, aparece este regalo de la vida. Aprendí que al entregarme y conectarme a los caminos del corazón, éste siempre te lleva a la siguiente maravilla.
Al día siguiente pude estar junto a los elefantes, pero todavía iba muda de la emoción del tigre.

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