Curiosos días donde nada se está repitiendo como pensabas y lo novedoso es que cada elemento que observas tiene detalles que te obliga a aprender. Son días donde ya el otro no es totalmente responsable de lo que ocurre, sino que eres parte importante en el desarrollo del presente. Lo has permitido, lo has creado y lo padeces, porque no creías en eso de que los pensamientos crean. Y creaste con mucha propiedad lo que tu mismo temías o deseabas. Si era el miedo o el rencor lo que te abrumaba en el pasado, tendrás que arrepentirte y pedirle perdón a tu corazón, desamarrar los odios anteriores y aceptar que toda creación y todo temor es energía que se ha transformado. Y la responsabilidad de estar en medio te hace protagonista, dejando de culpar a los demás, sintiendo que eres quien deberá resolver el momento.
Pero también, cuidas demasiado el pasado y sus objetos que, al momento del balance, todo se vuelve más obsoleto con una velocidad que abruma. Y sonríes al escuchar que a tu alrededor hay quienes sólo hablan de tu actuar anterior, cuando hace unos pocos días comprendiste que el valor está en el mañana. El pasado goza de buena salud porque has aprendido, pero no es la esencia tu presente, porque hoy creas, decides, aprendes, gozas y te adaptas a todo lo nuevo que hay que saber.
Con todo lo anterior, llegas al primer peldaño de nuevas eras y no al final del pasado que cuidas con celos de un avaro. Ahora te obligas a crear eso que dará sentido para que los bruscos cambios que los eclipses anuncian, sean en tu voluntad y tu amor interno. Nada permanece estático y lo dinámico te invita a bailar a ritmos que te relajan y no te cansan, porque se agota el que aún supone, el que aún no se permite, el que se reprime el gozo a sí mismo y el que no acepta que todo lo que posee es utilitario para que de paso a nuevas maneras, nuevas creencias y nuevos objetos que a usar.