Ya venimos de días intensos, que para llegar a cada lugar, pasamos reflexiones, barreras, indecisiones y contradicciones, que finalmente llegan hacia el mundo de los acuerdos. Vienen días de conversaciones, algunas gentiles o tensas, otras de rivalidad, porque hay una mirada en tener que llegar a una decisión. La agresividad, el fanatismo y esas ganas de mostrar la fuerza o el poder, son parte de la negociación, pero donde los involucrados saben que, quien entra en violencia o agresión, pierde. Por lo mismo, son días donde levantamos la voz, donde nos guía aquello que ya no queremos, y que decidimos por el equilibrio posible y no por lo desafortunado de las polaridades. Esto es bueno para tener otra oportunidad de decir lo propio, pero esta vez entendiendo que los demás también tienen lo suyo. Todo esto, en un contexto de construir en conjunto ciertos triunfos que vamos tomando como buenas señales. El temor y la duda, que si bien sirven para tener cautela ante el entusiasmo, cuando se desproporciona, despierta la desconfianza que arruina todo tipo de acuerdo. Buscamos esa equidad posible, entendiendo que los valores están en transición para poder reconocer las nuevas fronteras de la justicia que sólo muestra el equilibrio de los que participamos en múltiples formas de vida, y amenaza a quien no respeta las reglas de lo común. Lo común no es de todos, es lo que hace bien a todos. Al dinero le gusta que todos ganen, porque la conciencia de las ganancias imagina una fiesta cada vez que hay una transacción. Pero tienes que saber más sobre esto al comprender que la actitud de placer y agrado por todo y todos, hace el escenario perfecto para sentir que el dinero puede llegar a tu puerta. Pero no llega por sólo llevar dinero, porque el dinero nunca visita la casa de los temerosos o malhumorados. Sólo va donde hay agrado, gracia y placer por saber que la vida es generosa.

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