
La pandemia se ha llevado muchas cosas. También se ha llevado los temas. Si no te habías dado cuenta, no hay temas. Y allí te encuentras mirando historias de Instagram, buscando en Youtube, en Twitter y en otras, algo interesante que ver o seguir. Nos atraen cosas fugaces, que duran segundos o dos o tres capítulos. Ayer conversaba con una amiga que encontraba que la frase “nos quedamos sin tema” podría resumir con exactitud el presente y que hace esa conexión en automático con todo lo cotidiano, porque nada despega el asombro o la curiosidad. ¿Será que hablar de la pandemia por un año (pronto estará de aniversario) permitió borrar todo lo que existe a nuestro alrededor?
Nos quedamos sin tema. Y esperamos que la red social nos lo devuelva. Y nos volvimos exigente, porque queremos espectacularidad. Lo espectacular pareciera que quemó de nuestra cabeza la palabra “asombro”, llevándola a un lugar común y demasiado silvestre en el mundo de la ecología humana. Y nos acostumbramos que la existencia y la validez de lo que existe tiene que ser publicado de alguna manera. Si publicas, existes. Si tienes likes o seguidores, eres más tendencia por un tiempo. Si se publica, es real (no se si verdad). ¿Será que estamos obligados a vivir en la exigencia de la publicación propia de contenido? ¿Será que nos interesa el otro a través de sus publicaciones? ¿Será que el otro es más importante si su tema se vuelve un “tema”?. Y sin embargo, hay una infinidad de temas que quedan fuera de las redes. Me refiero a la vida real, a la que sucede en tu barrio, en tu grupo de amigos, en tu lugar de trabajo, dentro de tu casa, e incluso dentro de ti. ¿Qué esperamos? En verdad, nada, sino que esperamos que algo suceda, que algo nos despierte, porque nos acostumbramos (o nos enseñaron) que no somos capaces de crear temas, o peor aún, nuestros temas posiblemente no sean relevantes, o nos avergüenza presentar nuestros temas. Tal vez Tik Tok supo entender muy bien esto, y se vuelve un teatro de la vida que nos permite salir de la realidad, más que ver la realidad.
Tenemos temas. Y muchos. Ocurren demasiadas cosas a nuestro alrededor. Temas alentadores, temas benéficos, temas libres que nos aportan ideas, curiosidades, motivaciones, sentimientos y emociones, tal como lo hace una receta de cocina o una fotografía de decoración. Y no quiero mencionar los temas dramáticos, de dolor o sufrimiento social, que sí hay mucho también. Sino me refiero a los cotidianos, a los que permitió distraerte unos minutos, poner atención, o marcó un punto que da paso a una idea en tu cabeza. Tal como lo haría una canción que te llevas el resto del día sin poder olvidarla.
Somos nosotros los que hemos perdido algo valioso, y no la realidad lo que ha dejado de darnos aquello llamado “tema”. Somos nosotros los que estamos esperando el calor de una emoción, de un chisme, de un hecho relevante. Y si levantas un poco la mirada, comprendes que estamos llenos de temas asombrosos, posiblemente con ese tono de voz que despierta la alarma de lo intelectual o de contenido de razón, y nos asusta o nos da pereza.
Vamos a salir de esto. Vamos a proponer temas. Vamos a despertar el asombro otra vez, y hacer que las flores de mi cactus que florecen de manera raudal se vuelva el tema que nos emociona, que nos mueve, que nos motiva. No es cierto que la canción es la misma. Se necesita un escuchador con ganas de escuchar lo nuevo, más que un programador de música que te despierte un tema. Como siempre, somos nosotros, no lo que nos rodea.
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